sábado, 19 de mayo de 2018

La boda real del Príncipe Harry y Meghan Markle


El pasado 19 de mayo, estrellas de Hollywood y miembros de la realeza británica se unieron para acompañar al Príncipe Harry y la actriz Mehgan Markle en la emotiva ceremonia con la que celebraron su unión matrimonial.

El evento, que se llevó a cabo en el castillo de Windsor, contó con 600 invitados especiales pero  tuvo gran repercusión en todo el mundo a través de las cadenas tele visivas y las redes sociales, además de las más de 100 mil personas que se hicieron presentes en las calles de Windsor para aclamar a los ahora Duques de Sussex.


Para la ceremonia, la flamante novia sorprendió con un look sencillo y natural, alejado de los ornamentos que se supone debe llevar el vestido de una boda real. Diseñado por la inglesa Clare Waight Keller para Givenchy, el traje llamó la atención por su estilo minimalista, sin apliques ni bordados, un verdadero guiño de autenticidad por parte de la novia, que demostró que lo más importante en ese momento era ser fiel a sí misma.

                 

El vestido elegido por Meghan confirma la regla que indumentaria afirma que menos es más. Al esperado blanco impoluto con el que fue confeccionado (puesto en duda por quienes no lo consideraron adecuado por tratarse de un casamiento en segundas nupcias) se suman detalles sutiles como las mangas tres cuartos, el escote barco, la cintura ceñida y un poco de volumen en la pollera, ítems que remarcan la silueta de la novia. El verdadero protagonismo quedó reservado para el interminable velo que llevaba bordadas en sus extremos una flor representativa de cada uno de los 53 países que confirman la Commonwealth. Para completar el look, la actriz se inclinó por un maquillaje suave y natural, aros de Cartier y el pelo en un recogido descontracturado sobre el que descansa una tiara de filigrana de diamantes propiedad de la reina Mary de Teck creada en 1932.

                            

Más tarde, los Duques de Sussex cambiaron el vestuario para dirigirse hacia Frogmore House, una casa de campo adyacente al castillo de Windsor donde el príncipe Carlos ofreció una recepción en su honor. En este caso, la novia apostó nuevamente por una diseñadora británica, Stella McCartney, quien creó para la ocasión un vestido largo confeccionado en crepe de seda blanco, con escote halter y espalda descubierta, una nueva propuesta sobria, elegante y sensual.

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